- En las Fiestas del Pilar, los trajes regionales se convierten en plenos protagonistas consiguiendo mantener vivo su legado. Artesanos y costureros son beneficiados con este auge que mantiene vigente esta tradición y que es considerada como un homenaje a la historia de nuestra tierra

La mayoría de los aragoneses poseen al menos un traje de baturro o baturra para portarlo en fechas señaladas. Poco a poco, estas prendas se quedan pequeñas y, aunque muchas de ellas pasen de generación en generación, su renovación es necesaria.
“La gente que viene aquí va buscando renovar y, a la vez la mayoría, que sea auténtico, que sea bonito, que no lo tenga otro”, así explica Belén Navarro, propietaria de la tienda de Indumenta en pleno casco histórico. Aunque se mantenga la estética tradicional de sus telas y bordados, hoy en día, los aragoneses buscan la comodidad a la hora de vestirse. “En general siempre la tendencia es llevar cosas más cómodas o que abriguen menos porque en teoría cada vez hace más calor”, afirma Navarro.
Uno de los mayores escaparates del traje regional aragonés son las Fiestas del Pilar celebradas cada octubre. De acuerdo con el Ayuntamiento de Zaragoza, este año se ha registrado un aumento en la participación en la Ofrenda de Flores con 110.557 oferentes. Tanto locales como visitantes recorren las calles de Zaragoza con trajes propios de sus zonas de origen para llevarle flores a la Virgen. Se trata de una plataforma de visibilidad que refuerza no solo la jota como arte, sino también como la indumentaria que lo acompaña.
Importancia del folclore
Aragón cuenta con numerosos grupos folclóricos donde esta indumentaria desempeña un papel fundamental en eventos, concursos y festivales. “No hay ninguna comunidad autónoma, ni en todo el país, donde haya 80.000 practicantes de acuerdo con las cuentas que hicimos en el 2018”, confirma Carmelo Artiaga, presidente de la Academia del Arte del Folclore y Jota Aragonesa. Esta creciente popularidad ha supuesto un aumento en las demandas de trajes regionales en talleres y artesanos locales. Aunque no porten exactamente las mismas prendas, los bailadores y cantadores de jota lucen trajes vistosos que reflejan los tradicionales. “Al estar en un escenario tienes que hacer cosas más vistosas y entonces se acerca más a la vistosidad que a lo tradicional y antiguo”, recalca Navarro.
Tradición generacional
Pese a que sea una tradición antigua, los jóvenes aragoneses reciben el testigo de sus abuelos y continúan vistiéndose de baturros y baturras año tras año. Una tradición que pasa de generación en generación y que perdura en nuestra comunidad. Este traspaso mantiene a la jota aragonesa viva y permite evolucionar adaptándose a los nuevos tiempos. Hoy en día, muchas personas deciden personalizar sus trajes adaptándolos a sus gustos, pero sin perder su esencia. “No es el mismo gusto, ni las mismas referencias, ni tantas variedades de telas. No había la producción que hay ahora, porque no tenían las mismas referencias visuales”, explica Navarro.
El auge de la indumentaria aragonesa refleja la preservación de la cultura de nuestra región. Una tradición que está lejos de quedar relegada en el pasado y que se encuentra en constante evolución gracias a las familias, los grupos folclóricos y los actos culturales que promueven los valores de la jota aragonesa.
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